
Jaime Garzón
El backstage que forjó a Jaime Garzón
Entendía el poder porque lo había vivido de cerca, pero eligió reírse de él para que otros pudieran entenderlo también.

Antes de convertirse en el rostro más afilado del humor político en Colombia, Jaime Garzón ya había recorrido los pasillos del poder. Fue alcalde menor de Sumapaz, acompañó campañas, presenció negociaciones y conoció de cerca a varios protagonistas del escenario nacional. Pero lejos de quedarse atrapado en ese mundo, lo transformó en materia prima para hacer reír y reflexionar. Ya conocía los códigos, los gestos y las máscaras del poder… por eso sabía exactamente cómo desmontarlos con una sonrisa. ¡Quah! El noticiero donde la política se volvía chiste… y el chiste, verdad. Con personajes como Heriberto de la Calle y Godofredo Cínico Caspa, Jaime Garzón convirtió la crítica en espectáculo y la risa en conciencia social.
Un comunicador que transformó la crítica en cercanía y reflexión.

La mirada aguda de Jaime, su humor espontáneo y un carisma innato lo convirtieron en una figura entrañable para la audiencia. Su estilo propio logró algo poco común en Colombia: decir verdades profundas desde la risa. Como señala la periodista María Teresa Ronderos, autora del libro 5 en humor, "el humor político conecta con la gente de forma inmediata y de manera amable. Te produce una sonrisa agridulce". Esa capacidad de hablar del poder sin solemnidad, de criticar sin herir, y reflexionar por completo en beneficio de todos, es lo que hizo de Jaime una voz imprescindible en el panorama mediático.
Frases icónicas de Jaime Garzón
• "Liberales y godos…total piensan igual, gobiernan igual, roban igual".
• "Este país se escandaliza porque uno dice Hijueputa en televisión, pero no se escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosnas, eso sí no, eso es un folklore".
• "Acá no hay una cultura a la propiedad; uno baja el vidrio y tira el papel, porque como esto no es mío".
• 'Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos.

Jaime Garzón no solo fue un comediante; fue un periodista valiente, un mediador de paz y un ciudadano comprometido con su país. Usó el humor como herramienta para exponer realidades dolorosas y movilizar conciencias desde un lenguaje cercano, cotidiano y poderoso. Su asesinato no solo dejó un vacío en los medios, sino una advertencia sobre el precio de decir la verdad en un país donde cuestionar al poder puede costar la vida.
Y, sin embargo, su legado no se apaga. Vive en las aulas donde se estudia su obra, en los comunicadores que no negocian su ética, en los jóvenes que entienden que el periodismo no es solo informar, sino también incomodar, preguntar, exigir. Garzón fue un puente entre el arte, la política y el periodismo. Su risa fue un acto de resistencia, y su voz, una alarma que aún retumba.